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George Harrison » Isn’t It A Pity

 

sn’t it a pity
Now, isn’t it a shame
How we break each other’s hearts
And cause each other pain
How we take each other’s love
Without thinking anymore
Forgetting to give back
Isn’t it a pity

Some things take so long
But how do I explain
When not too many people
Can see we’re all the same
And because of all their tears
Their eyes can’t hope to see
The beauty that surrounds them
Isn’t it a pity

Isn’t it a pity
Isn’t is a shame
How we break each other’s hearts
And cause each other pain
How we take each other’s love
Without thinking anymore
Forgetting to give back
Isn’t it a pity

Forgetting to give back
Isn’t it a pity
Forgetting to give back
Now, isn’t it a pity

(6 times, fade the 6th:)
What a pity
What a pity, pity, pity
What a pity
What a pity, pity, pity

Carta de Moebius

Carta de Moebius, en “Psicomagia”
“Conocí a Alejandro a mediados de los años setenta. Trabajábamos en la películaDune. Hacia dos meses que cada día me daba una sorpresa sobre su manera totalmente surrealista de proponer, no ya la creación de una obra, sino también cualquier pensamiento o situación… En esos día, uno de los problemas que más me agobiaba era el del cigarrillo… ¿Cómo pasar largas horas con aquella persona apasionante sin puntuar mis grandes reflexiones de grandes bocanadas de humo azul? Imposible cualquier transgresión: Alejandro, invocando supuestas crisis de asma mortal, había hecho del cigarrillo un tabú en el plató, y yo tenía que aislarme, como un colegial culpable, en el patio que colindaba con nuestro edificio.
Un día, conversando alegremente con varios compañeros del equipo de producción, mientras tomábamos un refresco en la terraza de un café, interpelé a Alejandro en tono festivo, pensando tal vez en ponerle en un aprieto, o sin pensar, sólo por hablar: “Alejandro, tú que has tratado a tantos magos y tú mismo te las das de mago -en aquel entonces, yo tenía de la magia ideas confusas que aderezaba con ironía- ¿no podrías, con un encantamiento o sortilegio, ayudarme a dejar el tabaco?”
Qué esperaba? Una respuesta-pirueta que pro vocara la risa y consignara mi pregunta a las brumas del olvido… Pero, para mi completo desconcierto, Alejandro, en lugar de evadirse, me contestó que sí; conocía una magia poderosa, infalible, que me demostraría en aquel mismo momento, si yo quería. Pero antes tenía que estar seguro de que mi propósito de dejar de fumar era real porque el hechizo era fuete, y tenía que hacerme a la idea de que, cuando la magia empezara a obrar, yo no volvería a fumar ni una sola vez en toda mi vida.
Alrededor de la mesa se había hecho el silencio, la atención estaba concentrada en lo que yo acababa de promover. Alejandro me miraba con una hilaridad discreta y amistosa. Yo pensaba en el humo, amigo, compañero impalpable, siempre disponible, discreto, eficaz y tranquilizador, en el chasquido alegre del encendedor, en el rasgueo del fósforo… ¿Estaba dispuesto a abandonar estos placeres, aparentemente indispensables? Pero también pensaba en el gris de la ceniza que parece invadirlo todo, en la respiración fatigosa, en la tos ronca y dolorosa de la mañana… Decidí dar el paso. Además, sentía curiosidad. No sólo vería a Alejandro proponer un acto mágico, sino que yo sería el objeto… Otra cosa me incitaba a lanzarme: los compañeros presentes esperaban mi decisión.
Iba a defraudarlos privándolos de ver la magia en acción?
– De acuerdo, estoy listo.
– ¿Ahora?
– Ahora.
– Muy bien. Dame tu paquete de cigarrillos.
Saqué mi paquete de Gauloises, del que me había fumado la tercera parte. ¿Le echaría un sortilegio, lo transformaría en calabaza? Después de murmurar extraños encantamientos, Alejandro dijo, muy serio:
– Mi magia es poderosa pero muy simple. Para dejar de fumar, basta con tomar la decisión y tú ya lo has hecho. La clave está en acordarse de esa decisión y aquí se introduce la magia. ¿Quién tiene un lápiz?
Le tendí el que tenía y contemplé, fascinado, los ademanes seguros con que mi amigo retiraba la envoltura de celofán. Tomó el lápiz… ahora vería qué signo cabalístico, qué poderoso sortilegio, transformaría mi paquete de cigarrillos empezado.
– Muy sencillo: en una cara escribo esta palabrita: “No” y en la otra, esta frasecita: “Yo puedo”.
Alejandro volvió a poner el paquete en la bolsa de celofán y me lo devolvió como si fuera una bomba preparada para hacer explosión o nada menos que el Santo Grial envuelto en el Vellocino de Oro. Me dijo que guardara el paquete media docena de semanas, hasta que, liberado de todo deseo de fumar, se lo regalara a un necesitado (que debió de preguntarse qué significaba aquello de “No” y “Yo puedo”…).
Y desde entonces no he vuelto a sentir ni el menor deseo de encender un cigarrillo”.

Sos vos la luz

Vivia en un subterráneo nadie lo conocía tenia una guitarra y un parlante cantaba canciones que construían jardines un buen dia se hizo luz si luz… las notas que caían como miel en un mundo de agujas.La verdad fue escrita mucho tiempo atras
alguna vez fue un pescado de paz y amor.Otro dia se hizo capitan para buscar diamantes y grinaldas en un árbol de durazno que sangraba de amor. Un buen dia la herida mas el vino que entibia mi voz hicieron que cuando el recuerdo de todos esos libros de la buena memoria decian que te conocí fueran de Jade.Aquel Halo lunar de aquel cisne que laura me contaba antes irse cada tarde cuando la miel de tu ventana extendia las alas de la manana volvia a pensar en ti en la muchacha, sus ojos, su elemento su delicada forma de andar tan exactas pero te hiciste invisible y Maribel se durmio por que Beto se fue al espacio y no volvio.Campos verdes donde vivia el enemigo simpre tocaste el alma ,el hombre de hierro nos defendio del divino presagio.La fina blanca de esa cancion que buscaba una estrella en las hojas , las manzanas caen de la pared todos esos anhos de gente se fueron al vivir lejos mi.Barro de mi cantata de puentes amarillos cruzar y en estos ellos bajan a la laguna de mi alma.Fermin a donde vas quedate un poco mas que es la hora …..

Chau Amigo Querido Spinetta